lunes, 20 de noviembre de 2017

UN VIAJE DIFERENTE POR MANUEL SER


UN VIAJE DIFERENTE A lo largo de mi vida he ido a muy diferentes sitios con muy diferentes personas, y como es normal, han dejado muy diferentes sabores de boca. Pero no voy a contaros ninguno de ellos, ni hablar sobre lo estupendo que es viajar solo. Que lo es. Os voy a relatar, de forma resumida, el más mágico, revelador, interesante y mayor viaje que jamás emprendí. El viaje hacía mí mismo. Hace unos diez años, en enero del 2008, las circunstancias me llevaron a plantearme qué estaba pasando conmigo. Tenía trabajo indefinido, dinero que gastar, con quién gastarlo, buenas amistades y abundantes, éxito con las mujeres... en fin, que en principio me iba muy bien. Pero por dentro sentía que me estaba pudriendo. Externamente, aparentaba que estaba feliz, que había alegría. Todo falso. Las contracturas en la espalda decían lo contrario. El desencanto con el mundo y conmigo mismo era mayúsculo. De esto último no era ni consciente. Finalmente, una noche me di cuenta de que no estaba bien. Había perdido el brillo, la inocencia, la pureza que me acompañó hasta hacía unos años. Por aquél entonces, estaba interesado en aprender a prolongar el acto sexual. Conocía del tantra y empecé a leer al respecto con tal fin. Pero esta corriente, al igual que el Taoísmo, no es sólo tener relaciones durante horas, surfeando en innumerables olas de placer. No todo es kung-fu sexual. Quiso el destino, que en aquella época oscura, pusiera los ojos en estas filosofias para destapar el tarro de las esencias; de la mía, concretamente. Aparecieron ante mí escritos que invitaban al autoconocimiento. Que hablaban de una forma de vivir natural, lúcida, fresca, auténtica, sana. Resultaba muy gratificante. Solía tener charlas al respecto con la propietaria del herbolario al que solía ir. En cierta ocasión, interesado en asistir a algún taller de tantra o similar, le pregunté si sabía de alguno. La respuesta fue negativa, pero me recomendó una escuela de yoga que acababa de abrir unas calles más abajo. Fui, probé.. y me encantó. Allí fue donde empecé a meditar. Meditar. Lo mejor que he podido hacer en mi vida con diferencia. Lo que he contado hasta ahora solo ha sido el arranque. El verdadero viaje hacía mí mismo comenzó en el momento en que me senté en el suelo y dejé a la mente suelta, libre. A estar consciente de las emociones y pensamientos. No sólo practicaba en la escuela, también lo hacía en casa. Al principio unos pocos minutos, pero pronto se fue alargando aquél estupendo rato que pasaba sobre el cojín o la silla. Cada sesión era como una píldora de lucidez, de calma, serenidad y autoconocimiento. Sencillamente era maravilloso. Con el paso del tiempo y la práctica regular, fui tomando conciencia de mis reacciones, actos, pensamientos y demás. Era revelador, muy revelador. El viaje continuaba. Y servidor seguía poniendo luz sobre sus profundidades. Poniendo al descubierto diferentes capas de la personalidad. Leyendo libros, asistiendo a talleres y obteniendo herramientas varias para su equilibrio, tanto físico, mental, emocional, como espiritual. Esta nueva etapa me llevó a realizar viajes y a conocer estupendas personas. Se cruzaron en mi camino bellos seres humanos, tanto interna como externamente. Nuevas amistades surgieron que aún hoy conservo. Mientras tanto, mi vida había dado un cambio considerable. No era el mismo. Ahora era una persona más calmada. Más dueña de sí misma. Y sobre todo, más lúcida y consciente. Finalmente surgió la duda, la pregunta. ¿Quién soy? ¿Quién o qué soy en realidad? No quedaba más que indagar... e indagar...e indagar. Pasaron los años. Fue tiempo de autocuestionamiento intenso. No fue fácil. No resulta fácil el poner en duda tus creencias. No. Pero sí provechoso... y mucho. Después de varias realizaciones, insights, epifanias o como cada cual lo quiera llamar, llegó la respuesta a la pregunta. Fue de la forma más tonta. Sencillamente me paré. Me rendí. Estaba harto de buscar y no encontrar. Completamente hastíado. Fué entonces cuando se dio a conocer. En plena cena. Sí, en plena cena conocí mi verdadera identidad. Seis años después, en marzo del 2014. Me inundó, fue como una explosión. En cuestión de un instante supe lo que soy. Durante unas veinticuatro horas prácticamente cesaron los pensamientos. Era "Eso" y estandó "ahí" de forma consciente, no hay lugar para que arraigue ninguna idea. Se diluye cual pastilla efeverscente en vaso de agua. Lentamente fui saliendo de ese estado, pero conociendo mi Yo verdadero. El cual, ha ido haciéndose hueco en mi vida contidiana cada vez con más fuerza y de una forma más intensa. El viaje sigue, no acaba ahí. La expansión de conciencia y el autoconocimiento continuan. No sé si algún día acabará, la verdad. Ahora me limito a disfrutar, en la medida de lo posible, de la vida desde esta nueva perspectiva más patente día a día.

Y tú, nos cuentas tu experiencia?

5 comentarios:

  1. ¡Guau! Me he quedado muy sorprendido, qué gran experiencia.
    Ojalá poder vivir algo así de intenso algún día.

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    1. Hola Adrián, muchas gracias por tu comentario!! nos deja muy contentos! Por favor siguenos! Un saludo

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  3. Wow! Preciosa esta entrada en el blog! Creo que somos muchos los que nos perdemos muchas veces en la vida y como cuenta este testimonio, parece necesario "viajar" hasta volverse a encontrar uno mismo. Creo que poder llegar a ti mismo a través de la meditación es un gran reto. Yo he intentado meditar varias veces... pero cero éxito. Creo que este testimonio te hace replantarte cosas esenciales en la vida, muchas de las cuales dejamos apartadas por falta de tiempo como nosotros mismos. "Viajar contigo", gracias una vez más por hacernos tan adicta la lectura de este blog.

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    1. ¡Gracias a ti por participar tanto y hacernos partícipes de tu experiencia! Para nuestros fieles seguidores siempre tenemos alguna sorpresa. ;)

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