UN VIAJE DIFERENTE A lo largo de mi vida he ido a
muy diferentes sitios con muy diferentes personas, y como es normal, han dejado
muy diferentes sabores de boca. Pero no voy a contaros ninguno de ellos, ni
hablar sobre lo estupendo que es viajar solo. Que lo es. Os voy a relatar, de
forma resumida, el más mágico, revelador, interesante y mayor viaje que jamás
emprendí. El viaje hacía mí mismo. Hace unos diez años, en enero del 2008, las
circunstancias me llevaron a plantearme qué estaba pasando conmigo. Tenía
trabajo indefinido, dinero que gastar, con quién gastarlo, buenas amistades y
abundantes, éxito con las mujeres... en fin, que en principio me iba muy bien.
Pero por dentro sentía que me estaba pudriendo. Externamente, aparentaba que
estaba feliz, que había alegría. Todo falso. Las contracturas en la espalda
decían lo contrario. El desencanto con el mundo y conmigo mismo era mayúsculo.
De esto último no era ni consciente. Finalmente, una noche me di cuenta de que
no estaba bien. Había perdido el brillo, la inocencia, la pureza que me
acompañó hasta hacía unos años. Por aquél entonces, estaba interesado en
aprender a prolongar el acto sexual. Conocía del tantra y empecé a leer al
respecto con tal fin. Pero esta corriente, al igual que el Taoísmo, no es sólo
tener relaciones durante horas, surfeando en innumerables olas de placer. No
todo es kung-fu sexual. Quiso el destino, que en aquella época oscura, pusiera
los ojos en estas filosofias para destapar el tarro de las esencias; de la mía,
concretamente. Aparecieron ante mí escritos que invitaban al autoconocimiento.
Que hablaban de una forma de vivir natural, lúcida, fresca, auténtica, sana.
Resultaba muy gratificante. Solía tener charlas al respecto con la propietaria
del herbolario al que solía ir. En cierta ocasión, interesado en asistir a
algún taller de tantra o similar, le pregunté si sabía de alguno. La respuesta
fue negativa, pero me recomendó una escuela de yoga que acababa de abrir unas
calles más abajo. Fui, probé.. y me encantó. Allí fue donde empecé a meditar.
Meditar. Lo mejor que he podido hacer en mi vida con diferencia. Lo que he
contado hasta ahora solo ha sido el arranque. El verdadero viaje hacía mí mismo
comenzó en el momento en que me senté en el suelo y dejé a la mente suelta,
libre. A estar consciente de las emociones y pensamientos. No sólo practicaba
en la escuela, también lo hacía en casa. Al principio unos pocos minutos, pero
pronto se fue alargando aquél estupendo rato que pasaba sobre el cojín o la
silla. Cada sesión era como una píldora de lucidez, de calma, serenidad y
autoconocimiento. Sencillamente era maravilloso. Con el paso del tiempo y la
práctica regular, fui tomando conciencia de mis reacciones, actos, pensamientos
y demás. Era revelador, muy revelador. El viaje continuaba. Y servidor seguía
poniendo luz sobre sus profundidades. Poniendo al descubierto diferentes capas
de la personalidad. Leyendo libros, asistiendo a talleres y obteniendo
herramientas varias para su equilibrio, tanto físico, mental, emocional, como
espiritual. Esta nueva etapa me llevó a realizar viajes y a conocer estupendas
personas. Se cruzaron en mi camino bellos seres humanos, tanto interna como
externamente. Nuevas amistades surgieron que aún hoy conservo. Mientras tanto,
mi vida había dado un cambio considerable. No era el mismo. Ahora era una
persona más calmada. Más dueña de sí misma. Y sobre todo, más lúcida y
consciente. Finalmente surgió la duda, la pregunta. ¿Quién soy? ¿Quién o qué
soy en realidad? No quedaba más que indagar... e indagar...e indagar. Pasaron
los años. Fue tiempo de autocuestionamiento intenso. No fue fácil. No resulta
fácil el poner en duda tus creencias. No. Pero sí provechoso... y mucho.
Después de varias realizaciones, insights, epifanias o como cada cual lo quiera
llamar, llegó la respuesta a la pregunta. Fue de la forma más tonta.
Sencillamente me paré. Me rendí. Estaba harto de buscar y no encontrar.
Completamente hastíado. Fué entonces cuando se dio a conocer. En plena cena.
Sí, en plena cena conocí mi verdadera identidad. Seis años después, en marzo
del 2014. Me inundó, fue como una explosión. En cuestión de un instante supe lo
que soy. Durante unas veinticuatro horas prácticamente cesaron los
pensamientos. Era "Eso" y estandó "ahí" de forma consciente,
no hay lugar para que arraigue ninguna idea. Se diluye cual pastilla
efeverscente en vaso de agua. Lentamente fui saliendo de ese estado, pero
conociendo mi Yo verdadero. El cual, ha ido haciéndose hueco en mi vida
contidiana cada vez con más fuerza y de una forma más intensa. El viaje sigue,
no acaba ahí. La expansión de conciencia y el autoconocimiento continuan. No sé
si algún día acabará, la verdad. Ahora me limito a disfrutar, en la medida de
lo posible, de la vida desde esta nueva perspectiva más patente día a día.
Y tú, nos cuentas tu experiencia?